¿Por qué a los perros les gusta bañarse en piscinas y a los gatos no?

Si tienes un perro y una piscina, es probable que hayas notado lo emocionados y felices que se sienten cuando tienen la oportunidad de darse un chapuzón refrescante. Sin embargo, si tienes un gato, es probable que te hayas dado cuenta de que son más reacios a acercarse al agua. Entonces, ¿por qué a los perros les encanta bañarse en piscinas mientras que los gatos evitan esta experiencia?

Los perros aman las piscinas

Desde una perspectiva evolutiva, los perros tienen una mayor adaptación al agua en comparación con los gatos. Los ancestros de los perros, los lobos, eran animales cazadores y carroñeros que habitaban cerca de cuerpos de agua. 

La preferencia de los perros por las piscinas también puede estar relacionada con su personalidad y su crianza. Muchos perros son intrépidos, curiosos y juguetones por naturaleza, lo que los hace más propensos a explorar y disfrutar del agua. Además, si un perro ha sido expuesto a la natación y a las piscinas desde una edad temprana, es más probable que desarrolle una afinidad por el agua y aprenda a nadar de manera segura.

Por otro lado, los gatos tienen ancestros que provenían de zonas desérticas y no tienen una adaptación natural al agua. Los gatos evitan el agua porque sus pelajes no están diseñados para mantenerse aislados y secos cuando están mojados.

Además, los gatos suelen ser más independientes y cautelosos. Si un gato no ha sido expuesto al agua en su etapa de socialización temprana, es poco probable que sienta interés o comodidad al respecto. Además, algunas experiencias negativas con el agua, como ser rociados con una manguera o ser sumergidos en un baño, pueden hacer que los gatos asocien el agua con el estrés o el peligro, lo que refuerza su aversión hacia ella.